lunes, 21 de octubre de 2013

Una bonita melena

El cloroformo es muy útil para secuestrar personas, además si esa persona está sola y no te ve venir... uhm. me la llevé a mi casa, un sitio aislado del mundo, nadie oiría sus gritos. La encadené al techo por las muñecas, apenas llegaba al suelo con la punta de los pies y la dejé abandonada allí, quería que se despertase sola, sin saber donde estaba y con miedo. Quería que sufriera antes de empezar con ella. Aunque bueno, pensándolo, estar colgada de esa manera con unas cadenas viejas, cortantes y oxidadas no podía ser muy agradable.

A la mañana siguiente cogí el carrito con mis instrumentos y me presenté en su "habitación"

- Buenos días - saludé fingiendo cordialidad.

Tenía las muñecas en carne viva y juré que un hombro lo tenía dislocado. Tal vez debería tener cadenas más largas y nuevas... jajaja, no.

- ¿Qué hago aquí? - preguntó entre sollozos.

- Oh, tuviste suerte de cruzarte en mi camino. - empezó a hiperventilar. - ¿Quieres desayunar? - continué mientras observaba su melena lacia castaña.

No contestó, simplemente intentaba sujetarse con los pies al suelo para aliviar el dolor de sus brazos.

- Es muy sano desayunar. - me acerqué a ella. Cerró los ojos con miedo y apretó la mandíbula, intentando no gritar. Cogí las tijeras de podar, recogí su pelo en una coleta y corté, quedándome con los cabellos en la mano.

Temblaba aterrada y no tenía intención de colaborar, así que tuve que dar un tortazo con la fuerza suficiente para que se relajase. Se resbaló y todo su peso cayó sobre sus brazos. Gritó con fuerza y yo aproveché para mantener su boca abierta. Metí todo el pelo que pude y la forcé a cerrar la boca. Tiré el resto del pelo al suelo y cogí la mordaza. Impedí que pudiese abrir la boca y me aparté a observar. Lloraba y tenía arcadas, pero intentaba controlarse. Hasta que no pudo más y todo el vómito salió por su nariz, acompañado con sangre de la presión de la salida. Se bañó en su propio vómito. 

- ¡Pero mira como te has puesto! - dije simulando el tono de una madre dando de comer a su bebé. - ¡Habrá que limpiarte!

Me puse los guantes y cogí el caldero "con agua y jabón" Se lo lancé y ella empezó a retorcerse mientras su piel se consumía.

- Oh, vamos, ¡si tampoco lleva tanto ácido!

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